Estos últimos expeiían unas grandes estelas blancas de condensación, lo que permitía su rápida localización visual. Pero pronto se dieron cuenta que no podrían llegar hasta los bombarderos, ya que habían sido avistados por una gran formación de cazas de escolta que estaban deseando entrar en acción después de las largas y aburridas horas de vuelo. El jefe de la formación de escolta observó a los Tal52 con sorpresa; nunca había visto unos aparatos con semejante envergadura y de aspecto tan frágíí. trepando a aquefía velocidad endiablada. Esperando una de las habituales trampas a las que tan aficionados eran los pilotos alemanes, destacó a cuatro P-51 Mustang para que resolvieran lo que en principio parecía un ligero inconveniente, más que una amenaza, mientras el resto de la formación se mantenía a la expectativa. Los dos Focke-WulF vieron cómo estos cuatro «indios» se descolgaban de la formación y soltaban sus depósitos suplementarios, acelerando al máximo para iniciar la persecución. Casi al mismo tiempo los aviones alemanes se pusieron a la altura de los Mustang, estabilizaron su vuelo sin emplear la potencia de emergencia de combate y maniobraron para dejarse alcanzar por detrás. El «líder», sin duda un piloto experimentado, manejaba su aparato con templanza, observando la maniobra de los P-51 por los retrovisores colocados especialmente para él por sus mecánicos unos días atrás. Su aparato, un prototipo, estaba en plena fase ensayos.
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